Bienaventurado aquel
cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Dios no culpa de iniquidad
Y en cuyo espíritu no hay engaño (Salmo 32: 1-2)
Bienaventurado el hombre a quien Dios no culpa de iniquidad
Y en cuyo espíritu no hay engaño (Salmo 32: 1-2)
Estas palabras se han hecho
realidad después de haber vivido una Experiencia Espiritual, al momento de
estar hincados entregándole todo cuanto hemos hecho y pidiéndole que nos
perdone por nuestras faltas. Es gracias a esto que sentimos tanta paz y
tranquilidad después de la quinta pregunta y aún más después de la última hincada
en nuestro apadrinamiento, cuando estamos convencidos de que nadie nos debe
nada, pero que tampoco le debemos nada a nadie, ¡Dios nos ha perdonado!
Este perdón fue otorgado a través
de decir toda la verdad y con un sincero arrepentimiento, el Quinto Paso nos
dice: “Siempre que el interesado no
retenga nada sentirá un gran alivio. Las emociones que han estado aprisionadas
por años se liberan y se desvanecen al ser expuestas. A medida que cede el
dolor, lo remplaza una tranquilidad reparadora. Y cuando se combinan así la
humildad y la serenidad, algo grande está a punto de ocurrir”
Eso tan grande de lo que habla el
Quinto Paso, es que Dios nos limpia y perdona, entonces entramos en comunión
con ÉL: “Más de un alcohólico anónimo que
ha sido agnóstico o ateo nos ha dicho que fue en esta etapa del Quinto Paso cuando
por primera vez sintió la presencia de Dios. Y hasta esos que ya tenían fe, frecuentemente,
estuvieron consientes de la presencia de Dios como nunca antes lo habían
sentido”
Para muchos de nosotros este
hecho tan sublime fue tan importante en nuestra vida, que ya no queríamos hacer
el mal ni con el pensamiento y cuando volvimos a caer en nuestros defectos,
sentimos mucha culpa hacia con Dios, esto pasó hasta que entendimos que lo
único que necesitábamos era confesar nuestra falta a nuestro padrino y
principalmente a Dios para ser perdonados, además nos hicieron saber que esto
lo podemos hacer cada vez que caigamos en nuestros defectos. Entonces nos damos
cuenta que somos personas enfermas y que nunca vamos a ser perfectos y que la
gente que nos rodea se encuentra en la misma situación. Ahora cada que
cometemos un error, o tenemos un pensamiento mal sano, con toda la vergüenza del
mundo se lo confesamos a nuestro padrino y le pedimos perdón a Dios.
Desafortunadamente como enfermos
emocionales al ver la bondad de Dios, creemos que nos podemos burlar de Él. Nos
llegan pensamientos como: “¿Qué importa
que vea una película pornográfica?”,” ¿qué tan malo es robar un poco?” o en el peor de los casos pensamos “voy a tener una amante”,
“me voy a tomar una cerveza”,” ¿para qué me apadrino?, al fin que en el otro
inventario lo escribo”
Estos compañeros no están
equivocados al pensar que Dios lo perdona todo, ya que el perdón es por su
gracia, esto quiere decir que es gratis, no tenemos más que pedirlo para
obtenerlo.
El problema es pensar que podemos
hacer el mal porque al final Dios nos va a perdonar, pero, ¿verdaderamente
tendremos intenciones de cambiar?, ¿en verdad desearemos crecer a imagen y
semejanza de nuestro Creador como dice el Sexto Paso?; más bien estaremos
pensando que tenemos un Dios al cual le podemos ver la cara.
Hay algo que debemos tener muy
claro, la oportunidad del arrepentimiento no es cuando nosotros queramos sino
cuando Él nos la brinda, entonces si pensamos en arrepentirnos hasta que dejemos
a nuestra amante o hasta que dejemos de robar, probablemente no alcancemos ese
día, ya que nadie tiene la vida comprada, no sabemos cuándo vamos a morir.
Al final, tal vez corramos con la
suerte del sentenciado a muerte que estaba crucificado al lado de Jesucristo,
que creyó en Él, se arrepintió y hasta el mensaje le pasó al otro malhechor, y
por esto fue perdonado y ese mismo día llegó al paraíso con Cristo. ¿Pero si no
corremos con esa suerte?, ¿si nos llegara la muerte de repente y sin
arrepentirnos?, ¿qué pasaría con nosotros?
Pensemos que Dios siempre nos va
a perdonar y tendremos la fortuna de ser perdonados a tiempo, entonces nos
enfrentamos a otro problema: no hay cosa en este mundo que hayamos hecho que
Dios no pueda perdonar, pero también no hay ninguna cosa que hayamos hecho en
este mundo que no traiga consecuencias.
Y para eso vamos a poner un
ejemplo que a nuestros compañeros que están desobedeciendo principios espirituales
les encanta citar, más aún a aquellos que les encanta tener amantes, relaciones
sexuales con sus ahijadas o aprovecharse de las anexadas para complacer sus
deseos, éste es el ejemplo del Rey David.
El Rey David ha sido
probablemente después de Jesucristo el hombre que más ha amado Dios, él era una
persona que seguía la ley rigurosamente y que intentaba en todo momento
agradarle, sin embargo, también cayó en sus defectos y cometió adulterio y
homicidio. Estas faltas según la ley de Levíticos de ese entonces, se pagaban
con la muerte y ni siendo el Rey de Israel se hubiera podido salvar, pero por
el infinito amor que Dios le tenía fue perdonado, aún así no pudo evitar las
terribles consecuencias de sus actos. Dios le hizo saber estas consecuencias a
través del profeta Natán, es por eso que David se dio cuenta de sus actos y arrepentido
escribió el Salmo 51 en busca de la misericordia de Dios.
Como mencionamos, Dios lo perdonó
por su Gracia pero las consecuencias de sus actos fueron inevitables: Los hijos
de David recogieron la cosecha de su pecado, el hijo de Betsabé murió a los
siete días de nacido, el primogénito Amnón violó a su propia hermana Tamar, su hijo
Absalom se reveló contra David su padre al quererle quitar el reino y al ser
perseguido se atoró en un árbol y lo mataron, el hijo más bello de David
Adonías después de que David murió quiso casarse con su madrastra y por esto
fue condenado a muerte por Salomón. A nadie nos gustaría tener una familia
similar.
Con esto nos queda claro que todo
hombre cosecha lo que siembra, y no tiene nada que ver
con el perdón de Dios, ya que Él perdona a un alcohólico después de haber
bebido por muchos años pero no es su obligación evitar su muerte por
consecuencia de sus excesos, su cuerpo dañado probablemente ya no se podrá
recuperar, es por eso que a muchos compañeros les da diabetes, insuficiencia
renal o alguna otra enfermedad después de haber llegado al grupo. Una persona
que ha vivido en la ira o el resentimiento constante es probable que le llegue
un cáncer. Aunque esto es cierto, al conocer a Dios es muy probable que no
ocurra nada o que se retarden estas enfermedades, pero si seguimos con los
mismos comportamientos después de conocerle no habrá ningún sacrificio que nos
pueda salvar.
Es una tristeza ver dentro del
grupo a niños sin padre porque su madre tuvo relaciones sexuales sin pensar, divorcios
por causa de la infidelidad, solteronas por culpa de sus tremendas exigencias,
matrimonios desgraciados a causa de la desobediencia, compañeros viviendo en la
miseria por la pereza, etc. Lo peor de todo es que cuando estos compañeros se
encuentran con este tipo de sufrimientos piensan que es un castigo de Dios y
que lo hace porque no los ha perdonado, pero no es así, si se arrepintieron de
sus actos es un hecho que Dios los perdonó, lo que viven sólo son consecuencias
de sus actos.
Nos queda claro que Dios lo
perdona todo, pero también que todo lo que hagamos tendrá una consecuencia. De
ahora en adelante pensemos que si vamos hacer el mal, Dios nos perdonará si
llega a tiempo nuestro arrepentimiento, pero de lo que nunca nos salvaremos, es
de las consecuencias del mal que hagamos.